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Adorando a dios

Cinco ideas equivocates en cuanto a la alabanza y nuestra relación con Dios. Del libro "Cara a cara" Jaime Fernández Garrido y Dan Hollingsworth, Editorial Tyndale http://www.jaimefernandezgarrido.com

¿Qué es adoración?

La adoración es la respuesta a tu relación personal con el Señor. Mientras más estemos en comunión con Él, tanto más sentiremos la necesidad de alabarlo y exaltarlo. En Juan 4:24: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Ya NO es necesario esperar a que un sitio en concreto nos haga tener una relación directa con el padre. En el colegio, en el trabajo, con los amigos o vecinos, en soledad, con nuestros hijos… podemos mantener esa relación personal con Él y nuestra respuesta a su palabra debe hacerse latente en absolutamente todos los aspectos de nuestra vida. Para ello necesitaremos una relación personal escuchando todo aquello que tiene que decirnos en su palabra, para conocer la verdad. Fruto de nuestra relación con Él debemos seguir trabajando en aquellos aspectos que llevamos arrastrando del viejo hombre para poder bendecir a quiénes nos rodean y así también poder ser bendecidos.
Nuestra adoración radica en la necesidad de tener al Señor, de entender que sin Él nada es. Humillados ante su gran majestad, reconocemos que nuestra debilidad pecaminosa sólo puede ser perdonada por Él, y debemos ser sometidos, que Él nos vaya transformando día a día por su gracia. Sin el Señor, nada somos, por eso necesitamos tener una respuesta de humildad ante su Gloria eterna. Fuimos creados para adorar. Él nos creó para adorarle. No dejemos que el mundo nos gobierne con todo lo que nos ofrece.
Acudamos al Señor para una transformación diaria. Acudamos a Él en cada uno de los aspectos de nuestra vida y dejemos que actúe en nuestras vidas diariamente. Que nuestra aptitud siempre sea la de reconocerlo a el como nuestro padre, como Señor de nuestras vidas. Que nuestra respuesta sea guiada por el Señor para glorificarlo con todo lo que hagamos y cómo lo hagamos.

Abraham... adorando al Padre

Un pequeño pensamiento de una de las maneras en la que podemos adorar. Personajes bíblicos como Abraham en la biblia nos enseña a vivir en comunión con Dios, nuestro creador y dueño, y a Él debe ser siempre toda la Gloria, la honra y el poder.
 
El mandamiento más importante según Jesús es lo podemos leer en Marcos 12:30
 
«Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas»

 
Cuál es la palabra clave, o la palabra que más se repite. "Todo". El Señor lo quiere todo. No quiere solo una parte de ti. Lo quiere todo. No quiere las sobras se tu vida, ni que le dediques solo unos minutos al día o unas horas el domingo en la iglesia. Dios lo quiere todo de ti.
 
Una palabra que se equipara a adoración puede ser "ofrenda", "ofrendar", que a su vez se podría traducir como una respuesta a las bendiciones o incluso las necesidades que como cristianos tenemos.
 
Antes que Jesús viniera y se sacrificada por nosotros, la manera de ofrendar a Dios era mediante sacrificios de animales vivos que se quemaban y dejaban que se consumieran y se hicieran cenizas para no poder aprovechar ni comer la carne de ninguna de las maneras. El sacrificio del animal era TODO para Dios. Este sacrificio para Dios con la muerte del Señor en la cruz fue abolido y renovado. A partir de este sacrificio de Jesús  en la cruz ya no harían falta más sacrificios y esa barrera que había entre el Padre y nosotros se rompió con su sangre, con su muerte en la cruz.
 
ABRAHAM
 
Hay muchos ejemplos en la Biblia que nos hablan de la adoración. La vida de Abraham es un ejemplo que además de impactante es de ejemplo en nuestras vidas. Su vida fue una continua adoración a Dios. Fue un ejemplo de obediencia a Dios hasta las últimas consecuencias.  Nosotros ya sabemos el final de la historia, pero él no sabía lo que iba a acontecer después de cada mandato que Dios dio en su vida. De lo que si estaba seguro era que Dios no le iba a dejar de su mano.
 
Génesis 12 Dios le dijo a Abraham:

«Deja a tu pueblo y a tus familiares, y vete al lugar que te voy a mostrar. 2 Con tus descendientes formaré una gran nación. Voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás de bendición para otros. 3 Bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan. ¡Gracias a ti, bendeciré a todas las naciones del mundo!»

 
    Dios mando a Abraham que cogiera todas sus cosas y a Sara y que se pusiera en camino hacia una nueva tierra, y Abraham no lo puso en duda ni un momento. Seguramente él vivía cómodamente en “Ur”, pero confío en lo que Dios mando, y siguió el camino que Dios puso en su vida. ¿Nosotros seriamos capaces de dejar todo atrás si el Señor nos ha llamara a hacer algo que no estaba en los planes de nuestra vida?  Abraham no dudo. Dios le mando y el obedeció. Porque él confiaba totalmente en Dios.  El creía que si Dios le pedía eso, sería porque eso era lo mejor para él y su familia.

Y confiado en Dios, partió a un sitio que ni siquiera sabía dónde quedaba, ni como se llamaba.  Estaba confiando que Dios se lo iba a indicar, como le había prometido.

    Y llegaron a la tierra que Dios le había prometido. Canaán. Una tierra fértil. Una tierra la cual fue la bendición que Dios dio como respuesta a la obediencia de Abraham.  
 
En Génesis 13:15 Leemos:
“Voy a darte toda la tierra que alcances a ver. Para siempre será tuya y de tus descendientes.”
 
Y Abraham seguramente pensó: Pero si yo no tengo hijos…
 
Seguimos leyendo en el versículo 16
"También voy a hacer que tengas muchos descendientes. Y así como nadie puede contar el polvo de la tierra, tampoco nadie podrá contarlos a ellos."
 
Y Abraham se hizo mayor. Y todavía no había tenido ningún hijo. Y volvió a hablar Dios con Abraham y le dijo en:
 
Génesis  15:5
5 Luego lo llevó afuera y le dijo:
—Mira el cielo y sus muchas estrellas. ¿Verdad que no puedes contarlas? ¡Pues tampoco será posible contar a tus descendientes!

Y Abraham siguió confiando en Él.  
   Pasaron tres personas por la tierra donde él vivía y el hizo de buen anfitrión. Mato un animal para comer y cuando estas personas ya se iban. Les dijeron a Abraham que Sara en un año iba a dar a luz a un niño. Y Sara se rió al escuchar esta afirmación mientras Abraham tomo buena nota al saber que estas personas eran enviadas por Dios. Y pasaron 9 meses y Sara dio a luz a su hijo primogénito Isaac (el que ríe).
     Y llego el momento en el que Dios quiso ver si Abraham estaba al 100x100. Llego el día en que Dios pidió a Abraham que ofreciera en sacrificio a su único hijo, Isaac. Y Abraham tomo a su hijo y con una aptitud de obediencia fue a entregarlo en sacrificio como Dios le había mandado confiando plenamente en que Dios tenía el control sobre todo. Dios lo quería todo de Abraham. Todo. No solo las migajas ni lo que sobra. Lo quería todo.
 
Aunque Abraham pensara que con el sacrifico de su hijo la gran descendencia prometida por Dios posiblemente ya no iba a ser tal, siguió obedeciendo. Abraham sabía que eso era lo que debía hacer y que Dios arreglaría las cosas. Dios seguiría estando a su lado.
Así que Abraham puso a Isaac sobre la leña y levanto el cuchillo para sacrificarlo. En ese momento vino un Ángel y le sostuvo la mano para que no lo matara.
   Y leemos en Génesis 22
12 y Dios le dijo:

«No le hagas daño al niño. Estoy convencido de que me obedeces, pues no te negaste a ofrecerme en sacrificio a tu único hijo».

Y en el 15

15 Por segunda vez Dios llamó a Abraham desde el cielo, 16-18 y le dijo:

«Por no haberme negado a tu único hijo, yo prometo bendecirte. Haré que tus descendientes sean tan numerosos como las estrellas del cielo, y como la arena del mar, que no se puede contar. Tus descendientes atacarán las ciudades de sus enemigos, y las conquistarán. Yo te juro que todos los pueblos de la tierra recibirán mis bendiciones por medio de tu descendencia, porque tú me obedeciste»

 

La historia de Abraham. Obediencia a Dios en todo y para todo, con la consecuencia de una promesa de Dios que se cumple en su vida.
En la alabanza, en la oración, en tu vida personal y relación  con Dios. ¿Estás dispuesto a obedecer? ¿Estás dispuesto a escuchar lo que el Señor quiere de ti en cada momento? ¿Estás dispuesto a obedecer el mandato del Señor: «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas»?

Sólo así tendrás una vida plena en Él. Una verdadera vida en adoración constante.  No estamos adorando a cualquiera. Estamos adorando a Dios. Y cuando ponemos a Dios delante de todo lo  demás, es cuando dejamos que tome el control de nuestra vida. La adoración es mucho más que alabar a Dios con nuestros cánticos los domingos o cuando celebramos los cultos en nuestras congregaciones. Es una respuesta en forma de ofrenda por todo lo que hace Él en nuestra vida. Es ser consciente desde que te levantas hasta que te acuestas e incluso cuando estas dormido, que Dios toma el control de tu vida.

 

Adorar al Señor implica sentirte pequeño delante de su magnificiencia, sentirte protegido ante su omnipotencia, esperar que actúe en su justica cuando el mundo te da la espalda, descansar en sus brazos cuando te sientes derrotado... en definitiva, es y será para siempre reconocer quién es Él en todo momento en tu vida. Es saber alabarle en todo momento por quién ha sido, es y será.
 
¿Estás dispuesto a entregar a Dios todo lo que sabes qué es suyo?
Solo así entenderemos cuál es el verdadero sentido de la adoración. Mi ofrenda, mi respuesta a todo cuanto Él tiene preparado en cada momento de mi vida.

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